retornan al nuevo día,
contemplando al recién nacido
llorar tras suspiros,
jadeos y maullidos.
Noches deambulantes
junto a días somnolientos,
quebando el tiempo
a su voluntad
más arbitraria.
Donde la nana
se hace con el ambiente
embriagándonos a todos
en estados de vigilia.
Vigilia catatónica.
Noches de demanda,
según voluntad como dicen algunos,
de capricho consentido
como creo,
siguiendo una moda banal.
Mientras tanto,
el niño sodomiza a su entorno,
haciendo de la noche
su caballo de tortura.
Su arma de desgaste.
Ya llegarán, espero,
momentos de libertad
donde el reloj adquirirá sentido,
donde la realidad se hará rutina,
y donde la noche, por fin,
dejará de ser incierta.
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