Recien aterrizado de México habiendo dejado allá algo de mí. Mucho de mí, si no todo. Mi esposa e hijo se hallan en otro continente a miles de kilómetros de distancia y yo aquí, con la única esperanza de lograr un trabajo al que le doy un mes para que aparezca.
Dos años llevo ya como sustituto para el Departamento de Educación de la Generalitat con la esperanza que nos otorguen las plazas de aquellos que causan bajas temporales. Un trabajo más que irregular y que a pesar de lo que continuamente los medios y los políticos anuncian que se han matriculado un 2,2% más de alumnos, parece ser que ello no repercute en el sector del que me estoy cansando de formar parte.
El problema de toda esta irregularidad se haya en que confiaba ir trabajando y en periodos no lectivos ir consumiendo las ayudas que el Gobierno nos ofrece a modo de subsidios de desempleo, aunque curiosamente en mi caso, es el mismo Gobierno el que me invita a consumirlo día tras día muy a mi pesar.
El año pasado la cosa se inició lentamente y no logré una primera sustitución hasta el mes de marzo. Ahora, aún estoy analizando si vamos por el mismo camino o no, aunque no voy a esperar tanto tiempo esta vez.
Con mi familia en México, y con mi inseguridad aquí, creo que no voy a deshacer demasiado la maleta porque creo que se está acercando el momento de liarme la manta a la cabeza y buscar una nueva oportunidad en aquellas tierras donde parece que aquí atemos a los perros con longanizas. Nada más lejano de la realidad. Quizás acabemos siendo nosotros los que emigremos a nuevas tierras de oportunidades.
En el peor de los casos, estaremos como aquí, pero porfín los tres juntos.
Dos años llevo ya como sustituto para el Departamento de Educación de la Generalitat con la esperanza que nos otorguen las plazas de aquellos que causan bajas temporales. Un trabajo más que irregular y que a pesar de lo que continuamente los medios y los políticos anuncian que se han matriculado un 2,2% más de alumnos, parece ser que ello no repercute en el sector del que me estoy cansando de formar parte.
El problema de toda esta irregularidad se haya en que confiaba ir trabajando y en periodos no lectivos ir consumiendo las ayudas que el Gobierno nos ofrece a modo de subsidios de desempleo, aunque curiosamente en mi caso, es el mismo Gobierno el que me invita a consumirlo día tras día muy a mi pesar.
El año pasado la cosa se inició lentamente y no logré una primera sustitución hasta el mes de marzo. Ahora, aún estoy analizando si vamos por el mismo camino o no, aunque no voy a esperar tanto tiempo esta vez.
Con mi familia en México, y con mi inseguridad aquí, creo que no voy a deshacer demasiado la maleta porque creo que se está acercando el momento de liarme la manta a la cabeza y buscar una nueva oportunidad en aquellas tierras donde parece que aquí atemos a los perros con longanizas. Nada más lejano de la realidad. Quizás acabemos siendo nosotros los que emigremos a nuevas tierras de oportunidades.
En el peor de los casos, estaremos como aquí, pero porfín los tres juntos.
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